Oh Dios, que adornaste con virtudes apostólicas a la Beata Ana María Javouhey, y por ella quisiste que floreciese una nueva familia en tu Iglesia, concede propicio que, imitando su paciencia y caridad, merezcamos llegar a la gloria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Beata Ana María Javouhey,
que siguiendo el ejemplo de Jesucristo, hiciste de la Voluntad del Padre tu alimento, y de la salvación de las almas el objeto constante de tu celo, haz que alcancemos tu ardiente fe para conocer, amar y cumplir en todo la Voluntad de Dios, tu confianza heroica, tu abandono absoluto a la Providencia y tu encendido amor a Dios y a las almas. Amén.
Beata Ana María Javouhey,
cuyo corazón sólo ha latido por Dios y por las almas, enséñanos a amar, orar, sufrir y perdonar como tú lo hiciste. Haz que alcancemos un corazón como el tuyo, apasionado por la Voluntad de Dios, abandonado a su amor a pesar de todas las dificultades, un corazón fuerte y bueno, ardiente y puro, leal y fiel, humilde y confiado, un corazón dispuesto a todos los sacrificios, un corazón semejante a los de Jesús, María y José. Amén
Oh, Bienaventurada Ana María Javouhey,
contemplando tu humilde audacia al abrir nuevos caminos en fidelidad a la Iglesia, te rogamos que hagas nacer, crecer y renovar nuestro espíritu misionero.
Que estemos disponibles a la libertad de Dios para escoger nuevos caminos, para que la Buena Noticia llegue a las extremidades de la tierra y a lo más profundo de los corazones. Amén.
Beata Ana María, tú has buscado siempre la luz y la fuerza en el Corazón de Cristo.
Enséñanos a vivir en constante intimidad con Él, a fin de hacer, sin reserva, la Voluntad del Padre.
Guíanos en este camino de amor que pasa por la pobreza, el desprendimiento y la disponibilidad.
Alcánzanos saber revelar a nuestros hermanos, los hombres, la presencia y la ternura de Dios, para gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Bienaventurada Ana María
Siguiendo a Cristo, has vivido toda tu vida
a la escucha de la Voluntad del Padre.
Te has dejado habitar por su proyecto de amor
por ti y por toda la humanidad,
Acogías en tu corazón los acontecimientos, y las situaciones.
Buscabas discernir lo que el Señor esperaba de ti.
Movida por el Espíritu, has querido
anunciar el Evangelio a los pueblos lejanos,
revelar a cada uno su dignidad.
Te pedimos que nos obtengas ser, también nosotros,
buscadores de la Voluntad del Padre.
Concédenos tu pasión por ayudar a crecer a las otras personas.
Te confiamos nuestras familias, nuestras amistades, nuestros lugares de trabajo.
Que cada uno y cada una descubra cómo lograr su vida realizando el proyecto de Dios sobre sí,
y que juntos construyamos un mundo fraterno,
signo del Reino futuro. Amén.
Bienaventurada Ana María,
reproduce en nosotras los rasgos de santidad que han caracterizado tu vida religiosa apostólica.
Que puedas reconocer en nosotras a tus hijas, por nuestra sencillez, nuestro espíritu de fe y obediencia, nuestra abnegación y entero desprendimiento de todo aquello que no es Dios y su Santa Voluntad. Amén.
Oh, Bienaventurada Madre, guarda a tu familia religiosa en el camino que le has trazado: el amor a la Santa Voluntad de Dios, el celo apostólico, la imitación de las virtudes escondidas de Jesús, María y José. Amén.